NIXON Y ROCKEFELLER
NIXON Y
ROCKEFELLER: < LA POBREZA Y LA RIQUEZA>..EL PODER SE VUELCA A LOS
"OBSESIVOS DE GANARLO.
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El
contraste de Rockefeller y Nixon no hubiera podido ser más grande. El poder se
vuelca cada vez más hacia los poseídos de ganarlo. Quien no se vuelca cada vez más
hacia los poseídos por un deseo casi obsesivo de ganarlo. Quien no se vuelque monomaníacamente
al proceso de la nominación, quien lo tema o lo desprecie, siempre estará
persiguiendo un espejismo, por más notables que sean sus demás condiciones para
el cargo. Con los candidatos para las más altas funciones, lo mismo que con los
atletas, todo depende de un sentido de tiempo, de una capacidad intuitiva para
aprovechar la oportunidad. Los delegados a las convenciones viven la existencia
comprimida de las mariposas. Por un breve período son admirados, cortejados,
presionados, halagados, adulados, interminablemente acosados. Al día siguiente
de haber elegido, vuelven al olvido. Por lo tanto, son extremadamente sensibles
a las dudas de sí mismo que pueda tener cualquier candidato.
Las
cualidades necesarias para arrebatar la candidatura a la presidencia
norteamericana de un cuerpo transitorio pueden tener muy poco en común con las
cualidades requeridas para gobernar; ciertamente, mientras las exigencias del
proceso de nominación se tornan más intensas con cada elección, ambos tipos de
cualidades pueden volverse cada vez más incompatibles. El proceso de nominación
confiere el premio a un candidato experto en organización que pueda dar expresión
política a la necesidad del momento, a un maestro de la ambigüedad y el
consenso, capaz de subordinar programas a las exigencias de hacerse una amplia coalición.
Un hombre que entienda la compleja la compleja esencia del proceso de nominación,
como lo entendía Nixon de manera suprema, inevitablemente derrotará a un
candidato que busque la meta poniendo el acento en lo substancial.
Como personalidad, Nelson Rockefeller era en todo
diferente de Adlai Stevenson como pueden serlo dos hombres. Rockefeller estaba
hecho de un material más austero; era mucho más decidido. Y sin embargo, sus
destinos fueron curiosamente paralelos. Frente a la oportunidad
vacilaban, o más bien desdeñaban dar forma a sus oportunidades aplicando
los medios requeridos por la nueva política. Si esto era peligroso para un demócrata,
resultaba fatal para un republicano, cuyo partido, habiendo estado fuera del poder
por una generación, se había retraído hacia una ortodoxia y una disciplina que
lo volvían sumamente receloso de los programas novedosos y audaces. Así como
Stevenson fue derrotado por la organización por Kennedy en 1961, Rockefeller
fue derrotado por la maquinaria de Nixon en 1960 y nuevamente en 1968. El
intenso disgusto de Rockefeller hacia Nixon provenía de muchos factores, pero
el crucial era la rebelión intuitiva contra la política de manipulación que,
sin embargo, puede ser la esencia de la moderna política presidencial
norteamericana.
Además,
la rivalidad de Rockefeller y Nixon no carecía de un ingrediente de antipatía
personal que trascendía hacia a la que se generaba automáticamente en una
competencia por el único premio. Nixon pensaba que Rockefeller era un
aficionado egoísta que podía arruinar lo que no era capaz de controlar, un
representante del stablishment que lo había tratado con condescendencia durante
su vida política. Rockefeller consideraba a Nixon un oportunista amoral, sin la
visión y el idealismo necesarios para conformar el de los Estados Unidos.
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