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martes, 10 de septiembre de 2013

GIUSEPPE MOTA - PIO XII. .

10 de septiembre de 2013 a la(s) 16:31
GIUSEPPE MOTA - PIO XII. .

Un país grande como un pañuelo que agrupa un gran número de dialectos, constituye un desafío a la razón. Sin embargo, existe hasta dando una lección de democracia al mundo: Suiza. Saca su fuerza del dominio de sus ambiciones.< Ordeña la vaca y vive apaciblemente>, decía Víctor Hugo. Su serenidad emana del respeto que la profesa a sus instituciones,. Nunca   concede un cambio, una confianza ciega a los hombres.... A todos los niveles, desde el consejo de cada cantón hasta la presidencia de la Confederación, sus líderes se hallan siempre en situación de ser destituidos. Por grandes que sean, solamente deben desempeñar un papel superficial.

Deseando también durar hasta la consumación de los siglos, la Iglesia Católica, por el contrario, fundamenta su razón de ser en el amor al prójimo. No tiene fronteras. Reina sobre los espíritus, esparcidos por toda la Tierra. Y el jefe que la rige, instalado en Roma sobre un islote de cuarenta y cuatro hectáreas, decretado en el acto infalible, permanece investido de por vida.

La gigante y país enano. La que cree en los hombres y la nación desconfía de ellos. Los azares de la Historia han servido para fortalecer a la Iglesia y a Suiza, en sus respectivas doctrinas. Las dos se han visto sumidas en una situación delicada, por dos jefes en el mando, Pio XII, en el vaticano, y Giuseppe Mota, en Berna. La primera salió reforzada de la prueba por quien la arrastró a ella. La segunda ha sido salvada por las Instituciones.

Marzo de 1939. Europa sufre, lenta pero inexorablemente, convulsiones. En el instante que elige a Hitler para lanzar las tropas alemanas sobre Praga. Checoeslovaquia va a dejar de existir. El Futhrer aprieta el dogal. Ganada ya Austria para el Reich, ahora apunta a Polonia. La Segunda Guerra Mundial se aproxima. Sus fermentos se están desarrollando.

El día del mismo mes, en Roma, unos miles de fieles concentrados en la plaza de San Pedro, fijan su mirada en una de las chimeneas que coronan los tejados del Vaticano. Aparece una leve humareda. Es blanca. Es la señal. El colegio de cardenales reunido en conclave informa, según la tradición, que acaba de elegir a un nuevo Papa. La muchedumbre se arrodilla y reza. Larga vida para este 261º Vicario de Cristo. A los sesenta y tres años, Eugenio Pacelli sucede a Aquiles de Cristo, que llevó la tiara durante diecisiete años. Toma el nombre de Pio XII.

En Suiza, el acontecimiento tiene escaso eco. En cambio, lo que inquieta son los rumores marciales que ascienden a la frontera del Norte y Este del país. Ahora bien, Giusseppe Motta, el dueño de la diplomacia Helvética, ya no empuña el timón, en Berna. Los médicos se afanan a su alrededor. Disminuido, muy envejecido para sus sesenta y nueva años, acaba de ceder a un ataque.

Motta es víctima de la hipertensión arterial.. Sus compatriotas ignoran que desde hace muchos años, a cada latido de su corazón, los golpes de mazo del exceso de presión lesionaban los tabiques de sus arterias... Los consejeros médicos del jefe de la política exterior de la Confederación no habían faltado a su deber al comunicarle a su paciente los peligros que corría. Indócil y despreocupado, hermano en esto de la mayoría de los hipertensos, no les hacía mucho caso. No seguía el régimen prescrito ni los consejos de moderación.

Todo un carácter, una recia personalidad. Contrasta con los demás políticos suizos. Hasta el punto de que ha subyugado a una gran parte de los electores, plácidos y reservados. Le llaman el < Presidente >. Ya en varias ocasiones ha asumido la dirección del país. Pero su verdadero terreno, desde hace cerca de veinte años que navega en los asuntos públicos, en los consejos cantonales y federales. Se le conoce igualmente fuera de las fronteras. Su fama se remonta la inauguración de la Sociedad de Naciones, en Ginebra, el 15 de noviembre de 1920.En aquel día, los cuarenta y dos jefes de Estado presentes, quedaron sobrecogidos ante su fervor oratorio y religioso. Hacía un llamamiento para la construcción de un mundo de justicia y de paz.

¿LA POLEMICA INTERPRETACIÒN DE LA IGLESIA ROMANA CON EL DICTADOR BENITO MUSSOLINI? Un tema para el análisis... ¿Se es justo con la Iglesia?

 < EL REPIQUE DE UNA SOLA CAMPANADA>: SON DOS.

 "Al regreso de la paz, mientras las grandes capitales bailan y festejan a sus Ejércitos victoriosos, los Parlamentos civiles renacen y llega el momento de pasar cuentas.. La Iglesia no echa sus campanas al vuelo. Para expresarlo mejor, se siente molesta, violenta. Se ha comprometido   con Berlín. Le manifiesta una gran cordialidad a Benito Mussolini.  Ayudó a Franco , ofreciéndole la medalla de Cristo a cambio de la recuperación de sus bienes, la cuarta parte del país, y la proclamación del catolicismo como religión de Estado... Ha mantenido un silencio,..?.

EL OTRO REPIQUE DE LA OTRA CAMPANADA.
El Papa Pío XII  va a darle una lección de estrategia, que habría asombrado hasta el propio y prudente Clausewitz. Un mes después de haber terminado el tiempo de cañones, en junio de 1945, el Sumo Pontífice convoca a los setenta cardenales del Sacro Colegio, es decir el verdadero gobierno vaticano. Su homilía resonará inmediatamente en los cinco continentes. Con voz de timbre alto, algo nasal, condenaba al fascismo, cuyos restos todavía no se han enfriado: < Una arrogante apostasía de la religión de Jesús, la negación de su doctrina y de su obra de redención, el culto a la violencia, la de su doctrina y de su obra de redención, el culto a la violencia, la idolatría de la raza y de la sangre, la destrucción de la libertad y de la dignidad humana>. Quien entierra a los vencidos no teme a los vencedores, El monarca blanco, erguido bajo el prestigio del rancio abolengo de la antigua nobleza papal, siempre ha sabido elegir su hora, lo mismo que sus alianzas.
 
< Nadie se ha convertido jamás en Papa agotándose en el apostolado, en el fondo de un modesto curato. Hay que haber nacido en buena contar con príncipes de ascendencia.

NIXON Y ROCKEFELLER



NIXON Y ROCKEFELLER: < LA POBREZA Y LA RIQUEZA>..EL PODER SE VUELCA A LOS "OBSESIVOS DE GANARLO.
José Garcia
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El contraste de Rockefeller y Nixon no hubiera podido ser más grande. El poder se vuelca cada vez más hacia los poseídos de ganarlo. Quien no se vuelca cada vez más hacia los poseídos por un deseo casi obsesivo de ganarlo. Quien no se vuelque monomaníacamente al proceso de la nominación, quien lo tema o lo desprecie, siempre estará persiguiendo un espejismo, por más notables que sean sus demás condiciones para el cargo. Con los candidatos para las más altas funciones, lo mismo que con los atletas, todo depende de un sentido de tiempo, de una capacidad intuitiva para aprovechar la oportunidad. Los delegados a las convenciones viven la existencia comprimida de las mariposas. Por un breve período son admirados, cortejados, presionados, halagados, adulados, interminablemente acosados. Al día siguiente de haber elegido, vuelven al olvido. Por lo tanto, son extremadamente sensibles a las dudas de sí mismo que pueda tener cualquier candidato.
Las cualidades necesarias para arrebatar la candidatura a la presidencia norteamericana de un cuerpo transitorio pueden tener muy poco en común con las cualidades requeridas para gobernar; ciertamente, mientras las exigencias del proceso de nominación se tornan más intensas con cada elección, ambos tipos de cualidades pueden volverse cada vez más incompatibles. El proceso de nominación confiere el premio a un candidato experto en organización que pueda dar expresión política a la necesidad del momento, a un maestro de la ambigüedad y el consenso, capaz de subordinar programas a las exigencias de hacerse una amplia coalición. Un hombre que entienda la compleja la compleja esencia del proceso de nominación, como lo entendía Nixon de manera suprema, inevitablemente derrotará a un candidato que busque la meta poniendo el acento en lo substancial.
Como personalidad, Nelson Rockefeller era en todo diferente de Adlai Stevenson como pueden serlo dos hombres. Rockefeller estaba hecho de un material más austero; era mucho más decidido. Y sin embargo, sus destinos fueron curiosamente paralelos. Frente a la oportunidad vacilaban,  o más bien desdeñaban dar forma a sus oportunidades aplicando los medios requeridos por la nueva política. Si esto era peligroso para un demócrata, resultaba fatal para un republicano, cuyo partido, habiendo estado fuera del poder por una generación, se había retraído hacia una ortodoxia y una disciplina que lo volvían sumamente receloso de los programas novedosos y audaces. Así como Stevenson fue derrotado por la organización por Kennedy en 1961, Rockefeller fue derrotado por la maquinaria de Nixon en 1960 y  nuevamente en 1968. El intenso disgusto de Rockefeller hacia Nixon provenía de muchos factores, pero el crucial era la rebelión intuitiva contra la política de manipulación que, sin embargo, puede ser la esencia de la moderna política presidencial norteamericana.
Además, la rivalidad de Rockefeller y Nixon no carecía de un ingrediente de antipatía personal que trascendía hacia a la que se generaba automáticamente en una competencia por el único premio. Nixon pensaba que Rockefeller era un aficionado egoísta que podía arruinar lo que no era capaz de controlar, un representante del stablishment que lo había tratado con condescendencia durante su vida política. Rockefeller consideraba a Nixon un oportunista amoral, sin la visión  y el idealismo necesarios para conformar el de los Estados Unidos.

 
RICHARD NIXON: EL INTROVERTIDO AVIDO DE PODER.


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José Garcia garciagarciajr@gmail.com  




< La humillación, la debilidad, las necesidades se combaten, dice ella. < Se disimulan, comprende él. < ¡Hay que afrontar las cosas>, proclama ella. , es lo que repiquetea en el entendimiento del niño. Más allá de las palabras, también discrepan estos dos universos. Carente de discernimiento, Hannah contribuye a bloquear a Richard Nixon. Lo convierte en un introvertido.
    Pero conveniente puntualizar el matiz. Un introvertido ávido. Que empleará su voluntad para enriquecerse, lo cual para él significa afirmarse. Por su trabajo escolar, consigue una beca en la Facultad de Derecho de la Universidad Duke. Pero su nuevo diploma de joven abogado no es un < Ábrete, Sésamo>. Las puertas de los grandes despachos de asuntos neoyorquinos permanecen cerradas ante este aventurero que procede del Oeste. En América, como en todas partes, existe la selección social. Y los elegidos del dios dólar defienden con firmeza sus privilegios. ¡Pobre del que intente penetrar sin ayuda en sus cuarteles! Amargado, y no cabe reprochárselo, Richard Nixon regresa, pues, a California. Allí, por lo menos, siempre hay sol. Fue lo mismo que se dijo su padre al abandonar Ohio. Se apoderan de Richard pensamientos sombríos. ¿Será necesario afrontar la sociedad mediante el empleo de la fuerza, al modo y estilo de los revolucionarios románticos? O bien contornear sus defensas, lo cual es tolerado. Entrando en contacto con los que emplean desvíos y no son cotizados, con elementos que preconizan la astucia, y no el asalto. Nixon se zambulle de lleno en estos tejemanejes hasta el año 1946.
    Los que lo frecuentan por entonces, lo describen como marrullero, mentiroso, descarado, desconcertante, impenetrable. Les debe su apodo, , Ricardo el Cuco, un verdadero estandarte. A este lobezno, solamente le quedaba por encontrar un buen coto de caza. Su andadura cruza de su banquero que recluía jóvenes candidatos a la Cámara de Representantes para los republicanos. Ante Nixon, cuyo espíritu parece ya cerrado con candado, se abre de este modo la vida extrovertida de los políticos. Una auto meditación embriagadora. Sin embargo, sabemos lo que valen los remedios empíricos: benéficos a veces, a larga se convierten en veneno.
        Mediante un doble timo moral señala y marca su ingreso en la política. Aspira a un escaño de diputado por California, en 1946. Otro candidato está ya en la carrera. Jerry Voorhis, cuarenta y cinco años, liberal moderado, anticomunista notorio. Antas que enfrentarse a él lealmente, Nixon desea  prefiere abatirle, tumbarle, ¿Y qué arma elegir, sino la calumnia, que es la más eficaz manejada hábilmente? Víctima de su rabia furiosa, por entonces todavía aterciopelado, el desgraciado Voorhis es acusado de filo comunista. Niega, se debate. Cuanto más protesta, tanto más se hunde. ¿No es lo propio de los es esconder su adhesión al partido? Voorhis ya no podrá rehacerse. Ha sido aplastado. Y ya está elegido Nixon.