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martes, 3 de septiembre de 2013

Revelaciones inéditas del expresidente Carlos Andrés Pérez: El golpe militar del 4 de febrero de 1992 en Venezuela

"El golpe del 4 de febrero fue una sorpresa para mí. No contábamos -una gran imprevisión- con la posibilidad de la insurgencia militar. Desde que llegue al gobierno tenía la decisión de investigar a fondo lo que había sucedido con los tanques que intentaron hacer preso a Simón Alberto Consalvi, cuando estuvo encargado de la Presidencia a finales del gobierno de Lusinchi.. Llamé a Italo Del Valle Alliegro y se lo dije, pero en el tráfago de problemas tan difíciles que se nos presentaron descuidé ese aspecto. Si hubiéramos aclarado lo de las tanquetas que rodearon el MRI, habríamos desenmarañado el origen de todo. Nunca pensé que al regresar de Suiza me iba a encontrar con la intentona golpista. Si lo hubiera sospechado no hubiera ido a Davos.
    Un día recibí una comunicación de un jefe regional de la Disip, de San Juan de los Morros o de Valle de la Pascua. Me informaba que tenía conocimiento de una conspiración. Le envié una nota a Izaguirre diciéndole que llamara el comisario. Nada se hizo. Ahí esté el problema. La burocracia es terrible. Los imponderables son muchos. Si yo hubiera estado en Caracas el 4 de febrero y no en Suiza, no hubiera pasado nada. Me hubieran llegado informaciones que sobre lo que iba a pasar tenían varios jefes militares. Como había  tantos "corto circuitos" entre los altos oficiales no se tuvo un conocimiento integral de la conspiración preparada por Francisco Arias Cárdenas Y Hugo Chávez. El exceso de confianza de oficiales generales había provocado rivalidades tremendas y competencias para ocupar los cargos y para tener influencia sobre esto o aquello. El general Fernando Ochoa Antich no estaba enterado de la confesión que había hecho el capitán, que era novio de la hija del director de la Academia Militar, el general Manuel Delgado Gainza; la delación completa de la conspiración. El ministro de la Defensa no lo sabía porque la había recibido el general Monserrate. Había, rivalidades, celos.
     El día 3 de febrero, a mediodía, el director de la Academia Militar le había participado al comandante general del Ejército todo el plan. De manera que se reunieron y tomaron algunas medidas, pero no le participaron nada al Ministro de la Defensa, que estaba en Maracaibo... También supe después que el jefe del DIM había comunicado al comandante del regimiento Guardia de Honor información sobre la intentona; sin embargo, el comandante no hizo nada, no acudió al comando ni me esperó en Miraflores. El regimiento fue neutralizado por la acción de los tanques, sólo pudo entrar en acción cuando yo había dejado Miraflores.
      Asombra la falta de coordinación y la apatía con las que se recibió una información que pudiera haber impedido que las cosas llegaran a donde llegaron.
       El ministro de la Defensa llegó a las 6.oo pm al aeropuerto para tomar medidas y asegurar que yo no tuviera ningún inconveniente en el aterrizaje. ¿`Por qué no me lo dijo? No tenía comunicación con el Ministerio, no le habían dicho que sabían de la denuncia que hizo el director de la Escuela Militar. Sólo tenía parte de la información. De manera que es inconcebible, pues uniendo todas las informaciones se podía prever un golpe para la madrugada. De haber sido así, de Maiquetía no me voy a la Casona sino a Miraflores, y con el ministro comenzamos a alertar a las guarniciones y a tomar medidas, aunque ya era tarde. Eran las 11 de la noche y ya estaba la movilización en marcha. Producido el suceso, mi obligación era tratar de controlar la situación.
       Falló la inteligencia. En 1991 ocurrió un hecho de significación: el comandante general del Ejército había ordenado el cambio violento de más de una docena de mayores y comandantes de batallón, a los que pertenecían quienes luego participaron en el golpe, una logia que tenía varios años funcionando. Por sentido común, me parecía peligrosa la forma como se pretendía enfrentar esa situación. El ministro de la Defensa me informó que no había elementos suficientes para comprobar la actividad conspirativa de esos oficiales y que sacarlos de puestos de comando podía provocar una reacción negativa en las Fuerzas Armadas. Decidí paralizar la acción. También había una purga entre el jefe del DIM y el comandante del Ejército. Eso resultaba muy grave, pues paralizó la investigación y le dio oxigeno a conspiradores a punto de ser descubiertos y sometidos a normas disciplinarias.
        Cuando salí para Davos, Suiza, a una reunión de los más calificados representantes del mundo internacional financiero, me fui sin temor de ninguna especie, aunque los sucesos de noviembre y diciembre me habían preocupado...Regresé el 4 de Febrero, pasadas las 10.oo de la noche. Al bajar de la escalerilla del avión, me sorprende la presencia del Ministro de la Defensa al lado del Ministro del Interior, Virgilio Ávila Vivas, quien quizás era el único que me recibía en estos casos, para informarme sobre las novedades. Incluso, antes de saludarlo le pregunté al ministro de la Defensa.
- General, ¿que hace usted aquí?
- No Presidente. Llegué anoche de Maracaibo. Supe que usted venía y decidí esperarlo- me respondió muy tranquilo.
    Les dije que se vinieran conmigo y me acompañaran hasta la Casona. En el trayecto, luego de contarles los pormenores de la reunión, les confesé que venía molido del largo viaje y de las largas jornadas de trabajo. Después de que pasamos el segundo túnel de la autopista, el ministro de la Defensa me dijo:
- Presidente, ¿sabe que hoy se corrió el rumor de que a usted no lo iban a dejar aterrizar en el aeropuerto?
       Yo me volteo y le digo:
       Ministro, ¿rumor?, ¿rumor?
. Si un rumor.
. ¿No hay nada?
  No Presidente.
  Vamos a ponerle coto a esto- le repondì., Vamos a ver qué ocurre en las Fuerzas Armadas. Vaya mañana a las 8.oo de la mañana a Miraflores. Como no tengo agenda, voy a dedicarle todo el día a reuniones militares para desantrañar lo que esta pasando.
Llegamos a la Casona y los dos ministros se despidieron. Saludo a mi familia y me voy a dormir. Una hora después tocan la puerta. Se trata de mi hija Carolina, que me dice que me llaman por teléfono, pues por el sueño tan profundo no escuché el timbre. Era el ministro de la Defensa:
    - Presidente, no eran rumores. Hay un alzamiento en Maracaibo- me dice.
- ¿En Maracaibo?
- Sí, en Maracaibo, seguro.
    - Váyase inmediatamente para el Ministerio de la Defensa, yo salgo para Miraflores.
    < Es falso que Ochoa Antich estuviera involucrado en el golpe del 4 de febrero. Absolutamente falso. Si hubiera estado involucrado con sólo haberse demorado unos cinco minutos en avisarme, me hubieran matado. No hay la menor duda>.
   Efectivamente me puse la pijama el mismo flux que traía de Davos y ordené alistarán la caravana presidencial. Me respondieron que no había caravana.
 - No importa yo tengo el carro listo. 
  Salí en un carro, escoltado apenas por otro vehículo. Llegué a Miraflores. Todo estaba tranquilo. No había ninguna situación de alarma. Pregunté por el Comandante del regimiento Guardia de Honor y me respondieron que no estaba. Ordené que lo buscaran y que pusieran en alerta la Guarnición. Llamé a Ochoa por teléfono.
     - Presidente, esto es grave. Yo estoy rodeado, me dice.
   EEeEn ese momento oigo el choque de un tanque contra las rejas de Miraflores. Los oficiales que estaban conmigo resolvieron abrir la puerta que conduce al Despacho para ver lo que estaba pasando. Éramos sólo mis edecanes, la escolta civil y yo. Unas diez personas. Para colmo, no había armas. Uno de los choferes, un soldado, tuvo el valor de irse al estacionamiento y sacar de los carros unas ametralladoras. El regimiento del Palacio Blanco estaba cerrado. Yo llamaba y no aparecía el comandante.
      Contacte de nuevo al ministro. Le digo que nos están atacando. Me reitera que está rodeado y me limito a advertirle que nos preparamos para defendernos. De inmediato comienza a titilar la lucecita roja del teléfono, que en el despacho no suena. Levanto el auricular. Es el presidente de Colombia, César Gaviria. En ese momento, ya el tiroteo era abierto, con detonaciones de los tanques, las ametralladoras, fusiles y pistolas.
  -¿ Que está pasando, Presidente?. me preguntó Gaviria.
Alcé el auricular para que escuchara el ruido de los disparos.
  - Creo que sobran las explicaciones, presidente Gaviria. Aún no tengo todos los elementos de la situación...
Parte 2
CAP. le explicaba a duras penas al presidente Gaviria telefónicamente la situación que vivían en Miraflores... Vino un tiroteo largo. “Me asomo y constato que estamos rodeados. En ese momento, el comandante Régulo Anselmi Espino, uno de los edecanes, me dice que debo protegerme. Subo a la suite vieja. Con luces apagadas, a través de la ventanilla, observo en detalle lo que ocurre en el exterior del palacio. Hay dos tanques. Uno en la puerta de acceso al palacio y otro frente a mí. Miro hacia el regimiento y constato que está completamente a oscuras. Aunque no deben extrañarme las luces apagadas, se trata de una medida de elemental prudencia, pero no veo movimiento alguno. Retiro la cabeza para cerrar y, en este momento estalla un tiro en la ventana. No había luz adentro; sin embargo, la de afuera refleja mi presencia. Me descubrieron, pero fallaron el tiro. Sólo alcanzaron a destrozar la ventana.
Bajo de nuevo angustiado porque el tiempo transcurría, el ataque arreciaba y la única defensa era el grupo de oficiales, soldado y escolta civil que me acompañaban. Pedí una ametralladora y me dispuse a afrontar las circunstancias. En ese momento resulto herido o muerto el jefe de los asaltantes.
   Después de una hora de combate, llamé de nuevo al ministro de la Defensa. Me dice que ya tiene el cuadro claro, que la situación es muy grave. Me informa de alzamientos en otros lugares.
- Ministro - le respondí, hay que seguir adelante. Aquí acaba de cesar el tiroteo, yo voy a salir.
 - Me parece bien, pero es muy peligroso, Presidente- respondió.
     
 Le repliqué que lo contactaría desde el sitio al cual me dirigía.
     Llamé al jefe de la Casa Militar, el almirante Mario Carratú y le ordené que me buscara el sitio de menos riesgo para salir.
 Carratù empalideció. Me dijo:
- Presidente, usted no puede salir.
     Almirante le estoy dando una orden; no lo estoy consultando. A los diez minutos ya había preparado la salida. En ese lapso, y de manera increíble, durante una tregua, Virgilio Avila Vivas y el secretario general de AD, Luis Alfaro Ucero, habían logrado entrar. Con ellos nos dirigimos al estacionamiento. Para poder llegar tuvimos que romper la puerta. En ese camino Alfaro se quedó regazado.
   En un pequeño carro, nos dispusimos a salir por la calle que da al Fermin Toro, en la parte posterior de Miraflores, sin saber que nos esperaba afuera. Instruí al conductor para que cuando se abriera la puerta saliera a toda máquina, sin mirar a otra parte que no fuera al frente y buscara la avenida Fuerzas Armadas. Se presentó algo inesperado no encontraban la llave de la gran puerta de acero del estacionamiento. Cuando pudieron abrir, empezó a sonar la alarma. Le dije al chofer que tan pronto se abriera lo suficiente para que pudiera pasar el carro, arrancara a toda velocidad. “Sin mirar a los lados", le advertí de nuevo. Así lo hizo. Logramos sorprenderlos y aunque no dispararon no pudieron detenernos.
       De la Fuerzas Armadas ordené tomar la Cota Mil y desde allì nos comunicamos con Venevisión. Les dije que me dirigía a hacia allá, que prepararan el estudio. En Miraflores me había cambiado de ropa. Mientras alistaban el estudio, llamé a Ochoa. Le dije que me aprestaba a hablar a través de la televisión. Me preguntó dónde y le dije que no le decía, pero que estuviera pendiente de la televisión... En Fuerte Tiuna colocaron los televisores a todo volumen y en dirección a las tropas que cercaban el edificio, que al oír mis palabras se rindieron.
       Creo que la decisión de dirigirme al país fue acertada y la definitiva. El golpe tenía dimensión, no en número de  de fuerza de choque sino en los sitios que habían tomado y la cantidad de armas que tenían en su poder. El único objetivo que no pudieron tomar fue Miraflores. Si yo me hubiera bañado y cambiado de ropa en la Casona, quizás no hubiera podido salir. Miraflores es el centro del poder, el símbolo.
En la apresurada partida, como lo cuenta Pérez, olvidaron y dejaron abandonado en Palacio a su suerte, nada menos que a Luis Alfaro Ucero, jefe del partido de gobierno
El ministro de la Defensa, Fernando Ochoa Antich, después de conversar telefónicamente con Chávez, le ofrece al Presidente enviar como interlocutor hacia el sitio (Museo Histórico Militar de la Planicie-donde se encontraba Chávez- le ofrece al Presidente como interlocutor hacia el sitio a un amigo intimo de ambos militares, el Gneral Gullermo Santéliz Ruiz, quien tiempo después será el cuidador de los intereses políticos del entonces comandante golpista ante el Consejo Supremo Electoral cuando accede a la presidencia.
   * Ochoa Antich y Santeliz son compañeros de promoción y hacen parte de una suerte de logia castrense que se constituye en sus tiempos de coroneles, cuando cursan estudios en el Instituto de Altos Estudios de la Defensa Nacional, cuyo director es el general de división Josè Antonio Olavarría. A sus miembros se les llama entonces Notables.
* Chávez se rinde sin disparar un tiro, mediando una amenaza presidencial de bombardearlo, y mediando en diálogo telefónico previo entre este y Santeliz, quien se encuentra en Miraflores. Luego acompañado por Santeliz,  abandona su " cuartel " de circunstancia y marcha hacia el Ministerio de la Defensa, en Fuerte Tiuna, para hacer entrega formal de las armas. Pero llega dos horas y media después. Ha estado, con conocimiento de Santeliz y justificación de Ochoa...
Parte 3
" Al rato Santeliz me dice:
     - Señor  Presidente, el comandante se rinde, pero quiere que yo vaya a buscarlo.
              Acepto mi error. No le ordené a la Casa Militar que lo acompañara. Le debí mandar con el almirante Carratú Molina. Cuando voy a retirarme un momento de la oficina, a las 5 de la mañana, me llama Ochoa.
   - Perdón, Presidente. Estaba hablando con el general Santeliz sobre si sería conveniente que Santeliz trate de convencer a Chávez para que hable por televisión. Ochoa me replica que los militares que no se han rendido están en el cuartel Libertador de Maracaibo, donde hay armamento con capacidad explosiva de gran magnitud, y que Francisco Arias Cárdenas sabe que no podemos bombardear: destruiríamos media ciudad de Maracaibo. Me doy cuenta de la situación y reaccioné.
     - Ustedes tienen que comprender que a un señor, que participa en un golpe, no se le puede dar la posibilidad de hablar por televisión; quien sabe lo que va a decir, qué proclamas dirigirá a las Fuerzas Armadas. Lléveselo preso al Ministerio, métalo en un habitación, pòngale una cámara de televisión, graben y luego editan. Dedes luego, no me volví  a ocupar de eso.
 Después me enteré de que Chávez había hablado en directo por la televisión. Me indigné. Llamo a Ochoa. Me asegura que había dado las instrucciones. Increíble a Chávez se le permitió hablar por televisión, contrariando una instrucción expresa que le di al ministro de la Defensa, en presencia de quien fue a buscar a Chávez al antiguo Ministerio de la Defensa desde la Planicie. En alguna parte estuvieron. Después del propio Ochoa Antich me contó que Santeliz le había permitido a Chávez romper documentos. Esos son los defectos de Ochoa. Yo le dije que era el responsable, de él sabía que lo primero que había que hacer era quitarle los documentos.
  - Sí- me contestó-, pero como era un hombre que se estaba rindiendo.

    Eso fue gravísimo, quién sabe a dónde lo llevo Santeliz.

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