Señor doctor Gonzalo Carnevali
Washington.
Solo a título personal, como se debe responder a quien prefirió el
gesto del publicista al severo ademán del diplomático, representante de la
dignidad perenne de la Nación, contesto a usted su carta escrita el 5 de este
diciembre.
No lo hago por mí, ní porque lo que en ella dice requiere réplica, sino
para significarle desde ahora que lo ocurrido en Venezuela en los ultimos tres
años y lo por venir, dejan vacías de sentido sus palabras y al desnudo los
sofismas con que cubre sus faltas de informacion y de comprensión de lo
venezolano.
A pesar de la pasión que a usted conmueve, le reconozco mi espiritu de
sacrificio para cumplir con exceso y lujo inútiles su curioso sentido del deber
civil, el cual le permita el menoscabo de la representación que recibió, en
favor del gesto egoísta.
No busque explicaciones para nuestra actitud. atenuantes y benevolencias
sobran. No las busque usted fuera de nuestro país, porque sólo dispone de algo
que es peor que la mentira: la verdad a medias, deformada, servida por la
propaganda de un Partido que se hizo ambiente en medios y con hombres dóciles a
la dádiva y al halago.
Ni las espere de usted, porque en su mente, por ahora, sólo hay
formulaciones no contrastadas con realidades, pues, del reciente dolor
venezolano estuvo ausente durante sus 3 años displicentemente, por lo cual
ignoró que el Partido oficial precipitó al país a la mas peligrosa crísis de la
economía y de la moral nacional.
No entenderá usted lo que es sencillo y simple para el venezolano de hoy,
el que ha visto con emoción patriótica y de cerca la angustia colectiva. No
entenderá, digo, que las intervenciones militares de octubre del 45 y de
noviembre de este año, son sólo momentos de un mismo fenómeno. Primero
confiamos ingenuamente en que los hombres a quienes se entregó el gobierno
impulsaron el país hacia su progreso y que la vida nacional, viciadas por
arcaicas prácticas de personalismo cobraría agilidad y vigor.
Luego, al ver como se desataron mezquinas pasiones y cómo se
desbordaron las ambiciones del hombre mediocre, antes que la vida pública
perdiera toda perspectiva y jerarquía, de que se entronizara la ineptitud
y continuara gobernando la astucia desde la penumbra, se puso freno, se impidió
el vértigo, se contuvo la aceleración irresponsable de la vida social. Y la
historia constatará que las Fuerzas Armadas Nacionales, con previsión certera y
acción incruenta, impulsaron y frenaron a un tiempo, cumpliendo elevada función
de noble intención y serena eficacia. Por eso hablar de revolución de
Noviembre, es una impropiedad, una inercia verbalista. De lo que se trata es de
la Marcha ascendente de Venezuela impulsadas por fuerzas sanas, protegidas por
su Institución Armada, quie es democrática por su composición y liberal por su
actitud, hacia el ejercicio del poder público por los ciudadanos todos, no por
un grupo, síntesis de la verdadera democracia política. Resultando que la
equivocación por usted sufrida con las Fuerzas Armadas ha sido voluntaria
y gratuita.
El Partido político favorecido en octubre del 45 realizó consulta
electoral. Pero falto de auteridad republicana y de escrúpulos cívicos, procuró
de diversos modos una decisión ventajosa, provocando confusión totalitaria
entre partido y Estado, causando la perversión del mérito del voto popular.
Así, todos los organismos elegibles se formaron con abrumadora mayoría
sectaria, y las ramas del Poder Público pasaron a ser fracciones de la
actividad partidista dirigida por un comité central. No había necesidad de
moral administrativa, ni de justicia ni de eficacia, ni de llevar ni rendir
cuentas. Ni de alternabilidad, ni de responsabilidad en el Gobierno.
La voluntad arbitraria de un hombre fue sustituída por los caprichos de una
singular oligarquía dispuesta a amañar la leyes, a desvirtuar las
instituciones, ante la cual sólo quedó, señera, la vigilancia de las Fuerzas
Armadas Nacionales, cuyo comando habia las preservado de la vorágine y
mantenido en su unidad institucional. Observábamos con ansiedad el desigual
combate entre la facción enardecida por la pasión y calificadas expresiones de
la opinión, entre las cuales descollaron auténticos valores de la dignidad y de
la inteligencia venezolana.
Usted admite que la intervención militar hizo posible la elección del señor
Gallegos. Debería reconocer también que los abusos de su partido dañaron el
significado popular que pudo tener el acto mismo. Al derrocar su Gobierno, las
Fuerzas Armadas Nacionales han limpiado el camino para la realización de la
democrácia, sin rabias ni morbosidades.Destruido el personalismo y erradicada
la demagogia, los venezolanos van hacia el ejercicio de sus derechos y el
cumplimiento de sus deberes, libres de temor y dignamente.
Puede usted estar seguro de que habrá constancia de que a los hombres de
armas nos falta habilidad retórica, tenemos patriotismo y no carecemos de
intuición histórica. Por eso la paz que siente hoy el país bajo el signo
militar no tiene analogías cercanas. Se basa en el reconocimiento de la
dignidad los derechos del hombre puesto en evidencia en el trato dado a los
personeros del Gobierno derrocado y en el respeto de las funciones que tan mal
ejercieron. Se asienta en el claro concepto de juricidad que demuestra la Junta
Militar de Gobierno. Esa paz no ha sido ni establecida ni concedida. Ella fluyó
de la vida nacional cuando fue liberada de la demagogía y del encono que la
oprimían. Ojalá pudiera usted verla con sus ojos y ya que no disfrutaría con el
mismo gozo con que lo hace la colectividad pacífica y patrióticamente
inspirada. Sentiría la vanidad de su retoricismo al ver bullir, plena fe y
confianza en nuestro desprendimiento, la vida del pueblo, cuyo reconocimiento
ya tenemos.
Su carta dice que usted es un hombre que termina la vida alumbrándose con
el resplandor mortecino del desencanto y de la fe perdida. Los hechos
demuestran a los que vivimos en Venezuela afrontando todas las
contingencias y consciente de nuestras responsabilidades con el
destino democrático de este pueblo, que el sentido de nuestras vidas tiene
signo positivo. Para nosotros la lucha no ha hecho sino comenzar. Y
Venezuela sabe que habiendo podido mantener crispada la garra sobre su
cuerpo inerme, por la índole de nuestras instituciones militares, por la
formación intelectual y moral de sus componentes, por el respeto y el amor que
a ella profesamos, hemos preferido rectificar errores ante que cubrirnos
de oprobio instalando una nueva tiranía.
C. Delgado Chalbaud
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